Gadesh Emanuel y Uab - Hunab Amaya

La historia de Gadesh, Emmanuel y Uab

Érase una vez un hombre fuerte y realizado; su nombre era Gadesh. Tenía ya 33 años y había pasado la mayor parte de su vida laborando como guardián del rey de su pueblo. Él había logrado crear grandes fortunas gracias a lo que se dedicaba; era el guerrero más fuerte del reino. Gadesh se consideraba como uno de los caballeros más fieles y poderosos que aquellas tierras habían conocido. Este guerrero era muy reconocido entre las mujeres del pueblo; tanto las más bellas, como las más adineradas, deseaban contraer matrimonio con él. Gadesh lo tenía todo: poder, fortuna, belleza e intelecto; pero había algo que Gadesh no había logrado dominar: el Ego. Gadesh solía pasar tiempo con las doncellas que más le gustaban, pero jamás deseaba formalizar su amor con ninguna de ellas. Él estaba acostumbrado a que fueran las mujeres quienes le buscaran para comer, pasear o simplemente charlar. Durante toda su juventud había encontrado su ser tan perfecto que forjaba una figura ideal de la mujer que debería acompañarle por el resto de sus días. En efecto, esta mujer no había aparecido aún después de un sin fin de travesías que abarcaban incluso las naciones más lejanas. Gadesh simplemente había aprendido a vivir con ello y se había hecho a la idea de que esta persona no existía, que él podía alcanzar la felicidad absoluta sin necesidad de contraer compromiso alguno. Había encontrado ya conformidad en el placer, gracias a su seducción e intelecto.

Un día en el que paseaba por el mercado principal, vio a lo lejos a una mujer que delicadamente seleccionaba semillas, a quien reconoció inmediatamente como “la mujer más bella que había conocido hasta el momento”. Esta mujer irradiaba un aura única que jamás había encontrado en otra persona. Gadesh, confiando enteramente en su popularidad y su poder para cautivar, se acercó valientemente a seducir a la mujer pidiendo su nombre e invitándole a dar un paseo. Para sorpresa de Gadesh, esta mujer desconocía completamente quien era él, tan sólo le respondió de manera amable que su madre se encontraba esperándola en casa y que debía llevar aquello que había comprado. Esta mujer respondió con el nombre de Sofía. Sofía no parecía asombrada por la espectacular belleza de Gadesh, ni en la seguridad con la que se dirigía a ella. El guerrero insistió en dar un paseo cualquier otro día que ella prefiriera, pero Sofía contestó que era una mujer con muchas responsabilidades, es especial con su madre, quien se encontraba enferma, y que no podía darse el tiempo para gozar con un hombre mientras alguien a quien amaba se encontraba en mal estado.

 Gadesh se sentía ansioso; había sido la primera ocasión que una mujer lo había rechazado para el segundo intento; usualmente todas aceptaban muy pronto. Esto hizo que Gadesh se comportara insistente con Sofía, pues buscaba que le concediera al menos un momento de su vida para conocerse. Sofía entonces respondió:

– ¿Quieres en verdad conocerme a mí, o sólo descubrir los placeres que puedo llegar a darte?

Como Gadesh siempre había tenido éxito para obtener lo que deseaba, mintió respecto a sus verdaderas intenciones, respondiendo que realmente anhelaba conocer a Sofía. La mujer no le creyó y tras darle discretamente la espalda, caminó entre la gente para desaparecer de la escena. Gadesh entonces sintió que se inundaba en decepción, por lo que decidió continuar visitando el mercado para coincidir nuevamente con Sofía. Y así fue como todos los días visitaba el sitio a la misma hora, a la única que el Rey le permitía salir de su castillo por privilegio que sólo su mejor soldado gozaba. Con el tiempo llegó a encontrarse en diversas ocasiones con Sofía, quien se negaba a salir con él de manera paciente, una y otra vez. Gadesh no se rendía en sus intentos porque Sofía aceptara pasar un tiempo con él; intentó todo tipo de cortejo, desde instintivo hasta intelectual, sin conseguir éxito alguno.

 Por fin Sofía aceptó salir tras un desesperado intento por deshacerse de él, pensando en que una vez que le otorgara su tiempo dejaría de molestarla. Había Gadesh ya ofrendado tanto espacio de su vida a Sofía, aun trabajando para el rey, que comenzaba a valorar las horas con ella, descubriendo dentro de sí mismo un tipo de atracción diferente a la que su experiencia le tenía concedido. Con el paso de los días, y conforme fueron conociéndose, Sofía descubrió que Gadesh era el amor de su vida, mientras Gadesh descubría a través de Sofía una forma nueva de cariño. Así ambos permitieron que el amor fluyera en sus vidas, haciendo del proceso de reconocerse algo lento y sin prisa. El guerrero ya no tenía necesidad de encontrarse con otras mujeres, Sofía había logrado invocar una actitud diferente que el guerrero nunca había mostrado. Fueron muy felices y se amaron de diferentes formas por mucho tiempo; Gadesh compartió toda su fortuna con Sofía, mientras que ella había cedido hasta su más sincera lágrima con él.

Así pues, cuando más amor existía entre los dos, Sofía decidió ceder la sagrada integridad de su totalidad, otorgando a su marido una nueva forma de vida. Así pues, Gadesh y Sofía concibieron a Emmanuel, a quien llamaron así por haber sido ungido con el amor que sólo Dios podía otorgar a una pareja como ellos. A pesar del tipo de vida a la que el guerrero estaba acostumbrado antes de conocer a su mujer, una familia ya no representaba temor ni falta de libertad para él. Él realmente amaba a Emmanuel, tanto como amaba a Sofía. Tomaba constante responsabilidad hacia su hijo y le otorgaba gran parte de su tiempo cuando no se encontraba cuidando al Rey. Pasaban largos ratos jugando y riendo, Gadesh incluso ayudaba a Sofía a cambiar las ropas de Emmanuel, a alimentarlo y a procurarlo. Había descubierto una forma nueva de vivir a través de su hijo, ya que al contemplar su crecimiento podía vivirlo junto con él de manera plena; era una forma de revivir su propia historia. Toda la infancia temprana de Emmanuel fue llena de bendiciones y abundancia tanto económica como de cariño y atención.

Pero Gadesh también se tomaba muy en serio la formación del pequeño; él no dejaba de ser un guerrero, un hombre dedicado a las batallas, por lo que conocía también de disciplina y rectitud. Conforme el muchacho fue creciendo, Gadesh incrementaba el nivel de dureza, pues exigía aprendizaje por parte de Emmanuel a su propia forma. Emmanuel, desde que tuvo uso de razón, mostró aptitudes para las artes, especialmente para la pintura y la escultura. Estas cualidades habían sido motivadas principalmente por su madre, ya que el padre siempre mantuvo un carácter rígido que sólo su familia había mantenido oculto en sus mejores épocas.

 Mientras Emmanuel crecía, Gadesh buscaba que el joven se transformara en una persona independiente, pues a pesar de haberle llenado de abundancia durante su infancia, ahora quería que él buscara ganarse los bienes por sí mismo. Emmanuel sólo mostraba interés por las cosas que sólo a él le apasionaban, y de hecho era muy bueno haciendo aquello que más le gustaba. Se había convertido para sus 15 años en uno de los pintores más destacados del pueblo, quien poseía habilidades artísticas prodigiosas. Esto no era suficiente para satisfacer a su padre, ya que según Gadesh, Emmanuel no alcanzaba a valorar el gran esfuerzo había hecho para que la familia tuviera su fortuna. Emmanuel sólo pintaba y pintaba, pero no ayudaba de ninguna manera para ayudar al sustento familiar; y es que para él esto no era necesario.

El joven artista había aprendido a amar la naturaleza y la vida, se convertía poco a poco en un filósofo y pensador, y difería con su padre conforme a la guerra. Buscaba que el mundo viviera en paz y armonía; evitó durante toda su adolescencia conflictos con sus compañeros y amigos. Esta manera de ser le despegaba de su padre conforme crecía, pues para nada le parecía adecuado recurrir a la violencia para solucionar problemas. Gadesh no era el mismo que cuando Emmanuel había nacido, pues ahora también Sofía parecía abogar por su hijo en contra de la metodología que el padre implementaba para su educación. Gadesh sentía que ellos no comprendían el valor de sus enseñanzas y pensaba que adoptaban una actitud de rebeldía, pues no parecían comprender la profundidad de las lecciones que sólo a través de la disciplina él les podía dar. Esto hacía que el hombre pasara días perdiendo el control en cólera. A pesar de que Sofía era una mujer muy fuerte y comprendía la intensión verdadera de su marido, existía un lado inocente y amoroso que no le despegaba ni de su esposo ni de su hijo. Los días dentro de la casa de Gadesh poco a poco se llenaban de problemas y fuertes discusiones.

Un día, sorpresivamente sonaron las trompetas del reino, anunciando que un grupo de nizaríes se encontraban invadiendo la ciudad a costa de tomar al rey por prisionero. El ataque había tomado al ejército local desprevenido, ya que los nizaríes habían desarrollado un elaborado plan que les garantizaría el éxito. Gadesh se encontraba ya con el rey desde muy temprano, pero tenía prohibido salir a buscar a su familia hasta que el peligro no pasara. El territorio completo estaba siendo invadido por grandes proyectiles catapultados, flechas de fuego y decenas de saqueos. Mientras tanto Emmanuel se encontraba en su casa con su madre.

Cuando Emmanuel se dio cuenta de lo que sucedía tomó a Sofía de la mano y se apresuraron a escapar. El joven se detuvo y regresó a tomar algunas de las pinturas que mayor valor poseían para él, pues no las quería perder entre el fuego y los escombros. Cuando regresó la mirada a su madre, uno de los proyectiles había golpeado el techo de su frágil hogar, haciendo caer un enorme peso de escombros sobre Sofía. Emmanuel entonces soltó todo lo que tenía en la mano y comenzó a quitar las piedras de encima de su madre. Sin embargo, Emmanuel no era un hombre fornido como su padre, su debilidad física le impedía ayudar a Sofía, y entre todo el pánico que la ciudad sufría, nadie se daba el tiempo de detenerse a ayudar al muchacho a salvar a su madre.

Con un sufrimiento ya agonizante, Sofía pidió a Emmanuel escapar y dejarle ahí, ya que no tendría sentido perder la vida de su hijo. Emmanuel, como nunca antes lo había hecho, tomó una decisión y dejó a su madre entre los escombros permitiéndole morir. Sumergido entre lágrimas, Emmanuel comenzó a buscar a su padre entre la multitud, pero conforme Emmanuel corría, los peligrosos nizaríes amenazaban con acabarlo. Escapar no fue fácil, fue entonces que un guerrero del rey reconoció a Emmanuel cuando corría y alcanzó a advertirle que era inútil buscar a su padre, pues Gadesh se encontraba protegiendo al Rey y la pelea se suscitaba en aquel momento dentro del castillo. Emmanuel insistió que debía encontrar a su padre, pero el soldado replicó:

– No tienes oportunidad niño, morirás antes de llegar al castillo. ¡Huye y sálvate!

Entonces Emmanuel, hundido en una furia casi incontrolable, dirigió su camino hacia fuera del reino, corriendo por salvar su vida y esperando que al menos su padre sobreviviera.

Corrió hasta que poco a poco el humo causado por la destrucción del pueblo podía verse a lo lejos; corrió hasta desaparecer gradualmente en el horizonte sin rumbo. La falta de experiencia de Emmanuel no le permitió decidir conscientemente hacia dónde dirigirse. Emmanuel siguió su camino hacia el oriente por tres días, en los que tan sólo bebió agua y comió algunos frutos que se había encontrado en el camino.

Entonces al tercer día encontró a un caminante y a su camello, quien preguntó al joven hacia dónde se dirigía:

– No lo sé aún, soy de Alhabad y busco refugio, pues la ciudad ha sido invadida y me he salvado. Tan sólo he seguido el río seco hasta donde sea que me lleve.

– Debes comer algo. Estas no son mis tierras, debo volver al oriente; dame tu nombre y háblame un poco sobre tu familia. Puedes acompañarme a mi pueblo donde estarás a salvo de los nizaríes. – respondió el caminante.

Así Emmanuel conoció a Saúl, un pastor árabe que poseía una familia de nueve integrantes, sus dos esposas, tres hijos que compartía con cada una y él mismo. Saúl llevó a Emmanuel al pueblo de Ut-Haar, donde le dio refugió y le ofreció trabajar con él a cambio de alimento y techo. Saúl no sólo era pastor en un pueblo pacífico y rodeado de naturaleza, sino que poseía una sabiduría que evidentemente no había adquirido en Ut-Haar. Saúl no sólo se transformó en el tutor de Emmanuel a sus 15 años, sino que fue su mentor en diversos aspectos de su vida, comenzando por el intelectual, abarcando hasta lo espiritual. Emmanuel aprendió a escucharse a sí mismo, se descubrió de manera profunda, aprendiendo a encarar muchos de sus miedos. Conforme Emmanuel crecía en edad, Saúl lo llevó a recorrer diversos viajes y travesías en busca de sabiduría. Llegaron a visitar a los hindús y descubrieron enseñanzas trascendentales con algunos monjes del Tíbet.

Emmanuel había adquirido un poder muy interesante para sus 18 años: podía comunicarse con su madre ya fallecida. Le vislumbraba a través de sus sueños, y de vez en cuando, conversaban en la realidad. Gran parte de la luz que iluminaba a Emmanuel en su día a día era pensar en su madre como su guía espiritual. Sin embargo, como jamás supo la historia de su padre después de la invasión, nunca logró desarrollar esta habilidad con él. Esto era razón para que el muchacho pensara que su padre seguía vivo. Además de este poder, Emmanuel se había convertido en un joven brillante, tanto intelectual como espiritualmente. Era muy querido por los habitantes de Ut-Haar, y a través de la pintura embellecía el pueblo según sus capacidades le permitían. Eso le hacía mantener un ingreso adicional por aparte del pastoreo que ejercía con Saúl.

Pero había un pensamiento que agobiaba la paz de Emmanuel constantemente. Había logrado comprender la personalidad de su padre, haciendo de él un ejemplo a seguir en muchos aspectos; y sin embargo existía la incomodidad y un aparente nivel de repudio hacia ciertas enseñanzas y metodología que su padre había utilizado contra él y su madre. Emmanuel no comprendía por qué su padre había cambiado tanto desde su infancia hasta su juventud; se preguntaba una y otra vez: “sabiendo el tipo de hombre en que se transformó mi padre cuando conoció a mi madre, ¿por qué dejó de existir iluminación? ¿Acaso mi padre no tenía control de sí mismo? ¿Era necesario ser tan recio durante aquellos últimos años?”.

Entonces una noche, sin previo aviso, el espíritu de Gadesh se presentó en el sueño de su hijo. Apareció entonces la imagen del guerrero sentado sobre una piedra grande del río. Emmanuel podía apreciarle desde lo lejos, donde el sol occidental, a punto de esconderse, daba contorno negro a la singular silueta de Gadesh e iluminaba el agua, reflejando los cálidos rayos a los ojos de Emmanuel. Cuando el joven se percató de ello comenzó a acercarse, caminó hasta encontrarse cara a cara con su padre, quien lucía tan joven como Emmanuel lo recordaba en su infancia. Gadesh entonces se levantó y extendió la mano a su hijo diciendo: “Tanto tiempo ha pasado y por fin he aprendido, mi corazón yace junto al tuyo hasta que decidas regresar conmigo. Ven y búscame de regreso al Mediterráneo, seamos nuevamente padre e hijo”.

Al despertar Emmanuel contó su sueño a Saúl, quien inmediatamente advirtió al muchacho sobre los peligros que aquel viaje presentaría. Emmanuel se quería asegurar que ese llamado no era de un espíritu fallecido; tenía que ver con sus propios ojos a su padre y confirmar si aún vivía. Fue entonces que dijo estar listo para emprender su primer viaje en completa independencia, en el que también tendría que mostrar la sabiduría adquirida durante los últimos años de aprendizaje con Saúl. Así pues, tras recibir la bendición de su actual familia, Emmanuel emprendió su camino de regreso al Medio Oriente, que duraría al menos medio año.

Los primeros días del viaje se concentraba en la meditación, técnica que le permitía ingerir menos comida y resistir ante climas adversos. Emmanuel viajaba con la mentalidad de aprender de todas y cada una de las personas nuevas que conociera, por lo que cada vez que llegaba a un pueblo invertía algo de su tiempo en charlas y pláticas con desconocidos. Así adquiría conocimiento y sabiduría nueva, que le abrían paso en su camino para encontrar a su padre. Con el paso de los días, comenzó a apreciar detalles nuevos, con mayor claridad y mejor percepción crítica.

Una de las lecciones que más le marcó fue una discusión que tuvo con un mercader, quien acusó a Emmanuel de haber robado mercancía. Él era inocente, pero el mercader se esforzó tanto en culparlo que le orilló a iniciar una pelea física. Esto le llevó a ver el mundo como un lugar más salvaje de lo que imaginaba. Otra lección muy valiosa que aprendió fue cuando una joven muy atractiva le enamoró. Esto sucedió cuando pacíficamente Emmanuel descansaba en una vereda en las afueras de un pueblo; la joven se acercó y cautivó a Emmanuel con su inmensa belleza. Él encontraba un parecido inmenso entre esta joven y su madre, por lo que se enamoró de una manera única e irrepetible. Con el paso de los días la joven resultó salir con más hombres del pueblo y Emmanuel sintió que ese amor ya no le pertenecía. Entonces aprendió a discernir de manera más profunda en el amor. Otra de las reflexiones que más marcó su viaje fue cuando decidió corregir aquellos errores que repetía de su padre, y mejor aún, cuando conocía más y mejor a su padre a través de esto, tanto lo bueno como lo malo. Entonces nació en Emmanuel un profundo deseo de convertirse en padre y engendrar un hijo. Los nuevos aprendizajes hacían que Emmanuel se forjara como un hombre maduro. La realidad solía presionar fuertemente sobre su moral y su juicio de la verdad; le hacía cuestionar su propia espiritualidad.

Emmanuel cada vez se encontraba más cerca de su destino, Alhabad, y los deseos por descubrir en quién se había convertido su padre le apresuraban de manera ansiosa. Entonces, faltando menos de 100 leguas por recorrer, Emmanuel decidió cortar camino entre las montañas para ahorrarse una buena parte de la distancia total. Al tomar esta desviación, Emmanuel se vio forzado a entrar en un angosto camino de al menos 6 codos de distancia que lo llevó a perderse por completo; entonces cayó la noche acompañada de niebla. Habían pasado varios días ya que Emmanuel no había ingerido alimento, por lo se enfrentaba también a la muerte, con quien jamás antes había estado tan cerca.

En medio del desierto, y de entre las montañas, apareció un hombre vestido de negro, con largas barbas y ligeramente encorvado, sosteniendo su paso con una rama de árbol como bastón. Emmanuel no podía creer lo que veía, el aparente anciano parecía emanar una luz que no se podía ver a simple vista, sino que sólo se percibía.

– Emmanuel, te estuve esperando- dijo el anciano con voz apacible y una inigualable templanza.

– ¿Cómo sabe mi nombre? – repuso Emmanuel.

– Sé tu nombre y el de todas las personas del mundo. Pero eso no importa ahora, sólo importa que estás aquí y que aprenderás aquello que debes aprender.

– ¿Quién es usted? –

– Soy el mago Uab, y poseo estas tierras perdidas.

El anciano entonces pidió a Emmanuel que se acercara a él. Uab mostraba una paz inmensa, y el cielo estrellado parecía brillar a su alrededor, como si el cosmos y él fueran uno sólo. Entonces Uab, con un tono suave y muy amable, preguntó al muchacho:

– ¿Cuál es la pregunta de la que más deseas conocer la respuesta? Yo te la daré, pero tendrás que confiar en que es la Verdad lo que yo digo, sin importar si va a ser de tu agrado o no, así que piénsala bien.

– Quiero saber qué es lo que pasará con el ser humano en el fin de los tiempos.

Entonces Uab suavemente levantó su mano y colocó su dedo medio en el entrecejo del joven. Emmanuel sintió un fuerte jalón hacia el cielo y comenzó a elevarse hacia las estrellas a una velocidad inimaginable. Emmanuel miró el mundo girar más rápido, y observó al ser humano en todas sus etapas evolutivas. Entonces vio al hombre expandirse por el sistema solar, luego por la galaxia, hasta encontrarse con seres similares alrededor del universo. Después el universo comenzó a acelerarse a ritmo mucho más apresurado; entonces todo a su alrededor se volvió un espectáculo de fuegos artificiales. Veía como los mundos eran devorados por titanes estelares, así como la luz era consumida por fuerzas superiores. Presenció las colosales explosiones de las estrellas más grandes, así como la violenta colisión entre inmensurables galaxias, todo a la velocidad precisa para lograr medir la eternidad. Poco a poco veía que el universo se volvía homogéneo y se encontró entonces en oscuridad total. Entonces se escuchó la voz de Uab de entre la nada:

El hombre llegó hasta donde el último rayo de luz brilló; el hombre llegó a ser luz.

Entonces Emmanuel comenzó a notar que toda su experiencia habría de encontrarse en dirección contraria para llevarlo hasta el comienzo, el momento en que Uab despegó el dedo de su entrecejo. Para ese momento los primeros rayos del amanecer se asomaban lentamente por el horizonte. Cuando Emmanuel miró hacia atrás para apreciar el momento, el anciano había desaparecido sin dejar rastro alguno.

Emmanuel continuó caminando, ahora más perdido que el día anterior, siguiendo la dirección que él mismo había trazado, sin estar seguro si encontraría salida de aquel valle en el que se hallaba. El joven entonces caminó todo el día sin dar con aparente rumbo, ni siquiera con la ayuda del Sol. Afortunadamente Emmanuel no sufría más de hambre, por lo que tuvo energías suficientes para continuar el viaje. Más adelante Emmanuel llegó a un paraje entre las montañas que poseía un gran río y vegetación abundante. Emmanuel detuvo su paso aquí para saciar su sed y buscar alimento. Debido a su extremo cansancio, el muchacho se quedó dormido entre los árboles y despertó hasta poco antes de que el Sol se pusiera. Entonces escuchó la voz de Uab que le llamaba desde el río y le siguió; Emmanuel llegó al lugar de donde venía el llamado y encontró al anciano sentado en la orilla. Entonces Uab, con voz ahora más semblante y firme que el día anterior, dijo:

– Hoy te diré una verdad que no quieres escuchar, pero que necesitas para trascender. – Uab realizó una pequeña pausa postrándose totalmente estoico, y prosiguió. – Lo que tú crees que es tu madre es una ilusión; desde que ella murió ya no está más aquí. Se fue por completo y lo que quedó de su consciencia se fue lejos de ti y de esta tierra. Esa conexión que has desarrollado con ella no es más que una interpretación de una verdad suprema: la fuerza interior. Entonces la fuerza de tu madre ha venido de ti mismo todo este tiempo. Tu madre dejó de existir.

Emmanuel entonces notó su corazón y respiración acelerados; de alguna manera, el hecho de que el mago lo hubiera dicho tenía un peso inmenso sobre el criterio de Emmanuel. Justo cuando el joven estuvo a punto de renegar sobre lo dicho, Uab desapareció y lo dejó solo junto con su consciencia. Emmanuel entonces produjo una ira como jamás la había emanado, realmente se encontraba furioso y terminaría con el viejo si este se aparecía.

Emmanuel invocaba al brujo retándolo ferozmente, cuestionando la razón de haber dicho esas palabras; no paraba de renegar y hacer berrinche, golpeando piedras con piedras y gritando salvajemente a la naturaleza. Simplemente él no podía concebir la idea de que el espíritu de su madre no fuera real; este sentimiento comenzó a destruirlo poco a poco. Después de un rato comenzó a preguntarse a sí mismo, si realmente valía la pena considerar lo que Uab había dicho por verdad. Tardó mucho en darse cuenta que, aunque lo que el anciano hubiera dicho fuera absolutamente real, él había sido capaz de crear una realidad en la que todo lo que sucedía tenía el sentido preferido por él. No necesitaba de la verdad de Uab para que los milagros de su madre continuaran aconteciendo. Sólo era una elección dar mérito a su madre antes que a él. Además, esta nueva forma de pensar también le hizo reflexionar sobre lo mucho que por sí mismo podría llegar a hacer, despertando un poder nuevo que nunca antes había conocido: el poder del símbolo.

   Entonces pasó de una furia a una alegría inmensa, y pensaba lo duro que había sido con Uab. Toda la noche había pasado ya y por fin el mago se apareció, poco antes del nuevo amanecer.

– Ahora que has aprendido a dar sentido a tu vida sin importar la verdad, deberás continuar caminando por el río durante todo este día. Adelante encontrarás un lago, en donde te veré por última ocasión y recibirás la más grande enseñanza.

Así fue como Emmanuel continuó caminando tal como Uab le dijo que hiciera. Afortunadamente no padeció hambre ni sed, pues aquel río albergaba vida en abundancia. Sin embargo, el lago demoró en aparecer hasta el atardecer de aquel día. Al llegar al sitio, Emmanuel se acercó a lo que parecía ser un muelle. Al acercarse a la orilla, justo antes de pisar el muelle, apareció al final del camino Uab. Emmanuel corrió hacia él, lleno de ansias por conocer cuál era la enseñanza más grande que debía aprender; pues después de la última noche era difícil imaginar cómo sería esta experiencia.

– Tu padre, Gadesh, sigue vivo, pero no puedes verlo antes de conocerlo. Para conocerlo es necesario que dejes de ser tú mismo y te transformes en un espejo. – Entonces Uab pidió a Emmanuel que viera el reflejo que el lago se encontraba proyectando. Le pidió también que se concentrara en los recuerdos más antiguos que pudiera tener de sí mismo. Emmanuel entonces miró su propio reflejo y comenzó a retroceder en el tiempo de sus memorias. Cuando Emmanuel visualizó una escena en la que jugaba con su padre a sus cuatro años, el suelo comenzó a temblar y el muelle y el agua tomaron forma del recuerdo. Emmanuel entonces era capaz de seguir viendo su reflejo, y es que se encontraba como espectador desde otra consciencia; podía verse a sí mismo porque se veía con los ojos de su padre. Entonces se veía jugando consigo mismo, disfrutando como si él fuera Gadesh, de la bendición que era tener un hijo. De hecho, Emmanuel podía disfrutar tanto como lo había disfrutado Gadesh, podía sentir amor puro y profundo, el más inocente que jamás hubiera experimentado.

Cuando más disfrutaba del momento, repentinamente el recuerdo se desvaneció llevando a experimentar nuevamente el día que Emmanuel entró a la escuela. Entonces, desde los ojos de su padre escuchaba la plática que sostenía con su madre Sofía en la que Gadesh decía – Me cuesta mucho trabajo aceptar que ya no será el mismo… Después de esto Emmanuel será una mezcla de lo que le hemos enseñado y lo que aprenderá de sus maestros y compañeros. Sé que es como debe ser, pero temo que por apartarlo de mi tutela, elija ir por el mal camino. – Emmanuel entonces comprendió el temor que su padre tenía sobre la influencia de la sociedad en su hijo. Él como guerrero conocía la realidad del mundo que en aquel momento sucedía.

De ahí el escenario cambió nuevamente, esta vez llevándolos a una escena donde Emmanuel había escapado con sus amigos de la escuela. “Aquella ocasión fue cuando iniciaron los problemas” pensó Emmanuel. Era no sólo capaz de ver lo que su padre veía, sino también de sentir lo que sentía; por lo que en ese momento experimentó un miedo profundo. El miedo se debía a que Gadesh temía que su hijo se encontrara en problemas, pues aún no consideraba que el muchacho estuviera preparado para manejar situaciones difíciles por sí mismo. Emmanuel entonces se dio cuenta de que a pesar de la magia que la inocencia le regalaba a través del goce, esta libertad podía causar sufrimiento en los demás como lo causaba a su padre. Entonces, cuando Emmanuel comenzaba a comprender los sentimientos de Gadesh se acercaba al entendimiento de que el hombre no piensa ni siente igual antes y después de tener un hijo. Las decisiones que toma un hombre dependen si existe un hijo o no en su vida, y es que lo que más preocupaba a Gadesh era ser el ejemplo ideal para su sucesor.

Por último, Emmanuel pudo visualizar algunas escenas de lo que su padre vivió durante y después de la toma del reino de Alhabad, justo cuando se separaron, por lo que revivió su incesante lucha contra los invasores, así como la frustración de no poder escapar y salvar a su familia. En esta serie de visiones apareció el momento en que Gadesh fue informado de la muerte de Sofía, así como de la desaparición de su hijo. Entonces Emmanuel vio que su padre, entre una tormenta de soledad y sufrimiento, comenzó un viaje por el mundo en busca de su sucesor, mostrando la valentía que por toda su vida había forjado y decidido a encontrarlo sin importar el costo. Al ver esto, Emmanuel comprendió que el amor que su padre le tenía era por mucho superior a lo que él podía imaginar, pues comprendía no sólo sus batallas físicas, sino también las mentales que llevaban a Gadesh al borde de la locura. El guerrero ya no pensaba en mujeres, ni en el bienestar del rey, ni en las riquezas que podía ofrecer a su familia; Gadesh ahora pensaba sólo en reencontrarse con su hijo y empaparse de su amor. Gadesh había aprendido en esta búsqueda sobre el egoísmo con el que había tratado a Emmanuel para buscar su correcta formación. Comprendió que un niño es un ser perfecto por sí mismo y no enteramente por su padre, y Emmanuel vivía esto desde el interior de Gadesh. Entonces, aún desde los ojos y perspectiva de su padre, visualizó a Gadesh tomando camino hacia el Oriente, exhausto y al borde de perder la fe. Gadesh miró a lo lejos una silueta con las mismas ropas que Emmanuel poseía, pero era el mago Uab quien las llevaba puestas. Emmanuel vio que Gadesh era encaminado por Uab igual que sucedió con él.

Emmanuel no pudo ver sufrir a su padre más y despertó de su sueño. Al abrir los ojos se encontraba Gadesh frente a Emmanuel portando la misma ropa que Uab portaba.

La sorpresa de Emmanuel al reconocer a su padre y de abrazarlo tras su reencuentro, fue darse cuenta que ambos se habían buscado en el lugar y momento correcto, pero más importante aún, que el espíritu de Uab los había unido. Ahora a través de las enseñanzas del espejo, Uab había logrado que padre e hijo no sólo se encontraran a sí mismos en lo más profundo del interior, sino también había hecho que ambos trascendieran a través de los ojos del otro. Uab había sido la fuerza del espíritu santo que une al padre con el hijo. 

Que la Simbólica Trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos enseñe a comprender la importancia de trascender a través de nuestros padres y nuestros hijos.